miércoles, 28 de julio de 2010

INTRODUCCIÓN

Introducción

No soy ningún experto en bolsa, ni en finanzas, ni poseo ninguna titulación que avale mis conocimientos en lo que a la bolsa se refiere. Solo soy un inversor de a pie, un pequeño inversor que un día se acercó a la bolsa cargado de ignorancia, lleno de miedos y esperanzas.

En 1997 invertí mis ahorros en valores de bolsa y durante unos años funcionó tan bien que creí tocar el cielo, pero luego se hundió la bolsa, desaparecieron todas las ganancias, el valor de mis ahorros quedó reducido a la mitad y creí estar en el infierno. Me quedé paralizado, no supe que hacer y no hice nada. A los pocos años, sin haber hecho nada, mis ahorros renacieron desde las cenizas y las ganancias superaron las del ciclo anterior. Desde entonces he probado diversas estrategias de inversión en bolsa con muchos aciertos y errores. Desde octubre de 2006 he estado trabajando en un método de vigilancia y análisis que permita estudiar la evolución de los valores del mercado continuo de la bolsa española y disponer de criterios objetivos para comprar y vender, para saber cuando un valor está caro o barato y poder actuar en consecuencia. El método, basado en conceptos matemáticos y estadísticos, tiene como finalidad regular los impulsos emocionales, para poder comprar, mantener o vender con la mayor objetividad posible.

Llevo 24 años trabajando en Salud Pública, los últimos 17 en vigilancia epidemiológica. Una parte importante de mi trabajo consiste en rastrear las enfermedades que se producen entre los 200.000 habitantes del departamento donde trabajamos, con el fin de saber de que enferma la gente y establecer patrones de morbilidad que nos permitan conocer el grado de salud de la población para tomar las medidas sanitarias más adecuadas.

Registramos diariamente el número de casos para cada enfermedad y calculamos tasas e índices epidémicos con el fin de saber si en el presente nos encontramos con una frecuencia de casos por encima o por debajo de lo que cabría esperar. Para saber si la situación actual es mejor, igual o peor que en el pasado. Para ello utilizamos series temporales y comparamos los datos actuales con lo ocurrido en periodos anteriores.

Una vez realizados los cálculos pertinentes, siempre me llama la atención, incluso me produce una cierta emoción, observar como aparece la luz y lo vemos todo un poco más claro y objetivo. Podemos sacar conclusiones de cada enfermedad y entre muchas otras informaciones sabremos si el número de casos y las tasas están por debajo de lo que podríamos considerar normal, o dentro de lo que cabria esperar, o por encima de lo que sería previsible, o muy por encima de lo normal.

Ante estas situaciones he podido constatar que las sensaciones, las creencias y las convicciones, a menudo se alejan mucho la realidad.

Con frecuencia he oído en la calle que hay muchos enfermos de una determinada enfermedad cuando en realidad apenas existen casos. He visto personas angustiadas ante el temor a padecer una enfermedad casi inexistente, y también he visto multitud de personas, a veces las mismas que en el caso anterior, que hacían caso omiso a las advertencias frente a posibles enfermedades o peligros para la salud que se dan con mayor frecuencia y de manera contundente.

Todo esto me hace pensar que la percepción de la realidad que nos rodea siempre presenta un alto grado de subjetividad, que nuestras convicciones, y también nuestras decisiones, dependen más de lo que consideramos cierto que de la realidad misma que no reconocemos. A veces desconocemos la realidad porque es compleja y difícil de interpretar, pero otras veces la realidad es clara y evidente y aún así nos obstinamos en hacer una lectura distorsionada, aunque no nos reporte ningún beneficio.

La percepción totalmente objetiva de la realidad es un ideal inalcanzable, porque la realidad depende siempre de una multitud de factores tan inmensa y cambiante que no hay mente humana que pueda abarcarla en su totalidad.

Pero lo que si podemos hacer es conseguir mayores grados de objetividad que pueden resultarnos de mucha utilidad.

Después de algunas experiencias en bolsa, poco gratificantes, se me ocurrió que tal vez podría aplicar los métodos de la vigilancia epidemiológica a la evolución de los valores bursátiles. En lugar de analizar la evolución del número de casos para cada enfermedad, podría estudiar la evolución de los precios para cada valor de la bolsa. En lugar de vigilar si una enfermedad presenta más o menos casos de lo que cabría esperar, podría vigilar si un valor presenta un precio más caro o más barato de lo que cabría esperar.

Pronto pude ver que mis pensamientos tenían sentido, pero también me di cuenta de que no era tan fácil como sustituir enfermedades por valores y número de casos por precios. Aunque se trata de dos campos con ciertas similitudes en cuanto a las fluctuaciones a lo largo del tiempo, hay que adaptar la metodología a la dinámica de los precios y calibrarla con cuidado, establecer nuevos índices y proporciones que se adapten y definan con la mayor exactitud posible el comportamiento de los precios, con el fin de conocer la realidad de la bolsa de una forma clara y objetiva.

La vigilancia de precios tiene como finalidad determinar en un momento dado si un valor es caro o barato, y en que grado lo es, para tomar las decisiones de compra o venta más oportunas.

Periódicamente incorporaremos a este blog contenidos relacionados con la bolsa.

En la próxima entrega os contaremos que es la bolsa de valores.

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